jueves, 23 de agosto de 2012

Recuerdos de vida: el último apaga la luz


Estimados amigos, hace algún tiempo empecé a escribir "Recuerdos de vida". Pueden leerlo en
Retomo esa catarsis.
En el segundo gobierno de Alberto Fujimori las cosas se pusieron difíciles para las asociaciones profesionales o corrientes de opinión. Los dirigentes eran seguidos sino perseguidos. Por mi lado, seguí dando mi opinión sobre temas de política en ciencia y tecnología. En ese campo recuerdo el artículos de Verónica Salas, del 19 de julio de 1998, titulado "El último apaga la luz".
El último apaga la luz
Verónica ROJAS CASALE
El Comercio. 190798. Nacional Especial (A14)
Científicos peruanos continúan emigrando en busca de un destino mejor
En el mundo globalizado la guerra cotidiana no se libra con armas químicas y bombas atómicas, sino con recursos científicos y tecnológicos. Los triunfadores, obviamente, son los países que más investigan y mayor cantidad de productos logran vender al resto del mundo. Pero en el Perú ocurre que, sin haberse disparado siquiera una bala, nuestros estrategas ceden sus mejores efectivos a los ejércitos enemigos, que con este refuerzo siguen ganando todas las batallas. Con esta metáfora, el reconocido físico nuclear Modesto Montoya describe la realidad de la ciencia peruana, que sufre desde hace mucho tiempo una irremediable fuga de talentos motivada por los bajos sueldos, la falta de inversión, los incentivos de otros países y hasta el maltrato de las autoridades llamadas a apoyarlos.
En la década pasada el Instituto Peruano de Energía Nuclear (IPEN) llegó a tener seis científicos con el grado de doctor trabajando juntos por el desarrollo de esta primordial especialidad. Ahora, mil y un obstáculos después, el único que permanece en el país es Modesto Montoya, quien vio partir a todos sus colegas y decidió quedarse por convicciones personales.
Más aun, el connotado físico nuclear no sólo sigue investigando en el IPEN, sino que es uno de los más activos protagonistas en la lucha por difundir los principios científicos y revertir la situación de postración y olvido en que se ejerce esta actividad.
"La valoración que tiene la sociedad peruana por la ciencia es tan baja que finalmente nos preguntamos si somos útiles. A pesar de ello, estamos batallando para que haya un reconocimiento de los científicos, de manera que en el futuro ya no tengan que irse del país. Si eso ocurriese el Perú no tendría ninguna posibilidad de salir de la pobreza y estaríamos condenando a nuestros hijos a seguir en el tercer mundo o simplemente a emigrar", señaló Montoya.
Para el investigador, es evidente que la ciencia no es una de las prioridades nacionales y eso desanima de tal modo a los científicos peruanos que llegan a convencerse de que son inservibles.
Un hecho concreto que ilustra esta realidad fue lo ocurrido en 1992, cuando varios investigadores de los institutos nacionales estaban en el extranjero siguiendo diversos cursos de capacitación, después de haber firmado un compromiso de retornar al país o, en caso contrario, devolver al Estado el dinero gastado en su preparación.
Precisamente en ese momento se promulgó una ley que concedía incentivos a los servidores públicos que renunciaran de manera voluntaria, en un intento del gobierno por reducir el aparato estatal.
"Los científicos peruanos que estaban en el extranjero recibieron una carta donde les decían no sólo que estaban libres de su compromiso de regresar, sino que el gobierno ofrecía pagarles para que se quedaran. Con esta gran humillación, mucha gente jamás volvió", recordó Montoya.
Sin embargo, viajar al extranjero no es la única solución. Hay científicos peruanos que, cansados de la falta de alicientes y preocupados por el bienestar de su familia, decidieron quedarse en el país pero ya no hacen investigación.
"Conozco el caso concreto de un científico de la Universidad Nacional de Ingeniería que era experto en energía solar y hacía una serie de estudios para resolver el problema de muchos pueblos que necesitan electricidad. Pero él ganaba mil soles y tenía varios hijos, así que un día no pudo más y renunció. Ahora trabaja en un banco donde gana cinco mil dólares mensuales por hacer programas de computación que no tienen gran trascendencia para el desarrollo del país", narró el físico nuclear.
No obstante, para los científicos peruanos resulta paradójico que en el propio aparato estatal haya gente con menos capacidad profesional ganando pequeñas fortunas en puestos que no son fundamentales.
"El Estado premia a los burócratas. En los institutos científicos se dio una política que los equipara a los ministerios, entonces le dan un cargo de confianza a alguien que ni siquiera tiene una maestría y gana cuatro o cinco veces más que el científico que lucha por seguir investigando. Mucha gente ahora se dedica a 'sobar' a quien sea para que le den un carguito. Creo que es algo deprimente", comentó Montoya.
Si bien los problemas económicos de las personas son importantes, es todavía más relevante el futuro de un país que requiere los productos científicos y tecnológicos para conseguir el desarrollo y no lo va a lograr si no hay investigadores trabajando en ello.
No debe sorprender, entonces, que las principales fuentes de ingreso del Perú continúen siendo las actividades primarias, es decir la extracción y venta de recursos sin ningún valor agregado, que precisamente marca la diferencia gracias a la ciencia y la tecnología que en ellos se aplica.

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